miércoles, 6 de junio de 2012

LA ECONOMÍA EN LA IAFCJ Artículo 68

SEXTA SECCIÓN

CAPÍTULO NOVENO


Artículo 68


ECONOMÍA

a)      El análisis de la Iglesia Apostólica primitiva nos revela que aquellos primeros cristianos tuvieron que encarar desde el primer momento la cuestión material, y la resolvieron admirablemente y en forma ejemplar para los cristianos de todas las épocas (Hechos 2:44-45).   También nos damos cuenta que tal generosidad partía de una base individual (Hechos 4:32-37), que era reflejo de una vida, y en condiciones de trabajar y producir lo necesario para ayudar a otros (Efesios 4:28).

b)      Advertimos también en nuestro análisis del sistema económico que se practicaba en la Iglesia Apostólica primitiva, las medidas que se fueron tomando para producir un método adecuado para la recolección de fondos, este método se distinguía por (1) las exhortaciones a hacerlo con propósito y no por accidente, (2) el propósito y la alegría que son contrarios a la mala gana o la idea de una obligación forzosa (2 Corintios 9:7), (3) la regularidad                  (1 Corintios 16:2) y (4) la proporcionalidad (“según haya prosperado” o “según lo que haya ganado”, (1 Corintios 16:2).

c)      Aparte de lo anterior, también descubrimos que en la era primitiva de la Iglesia no sólo participaban los miembros de las iglesias en los deberes económicos, sino que también las mismas congregaciones debían hacerlo sobre la base de (1) la buena disposición (2) la igualdad entre las iglesias, igualdad que no se expresa en aportaciones de la misma cantidad, sino en proporción a los recursos de cada congregación, de modo que no haya holgura para unas y estrechez para otras (2 Corintios 8:1-15).

d)     Por su parte, la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, considera que el diezmo, o décima parte de los ingresos personales, que tiene antecedentes previos al establecimiento de la ley mosaica (Génesis 14:17-20; 28:22), y sigue mostrando su validez y actualidad por la forma en abundancia (Malaquías 3:10), es la medida más justa para la aportación individual de los miembros de la Iglesia, como muestra del reconocimiento que hace de Dios como dueño de las cosas, incluyendo el diezmo, y como Señor de la vida (Levítico 27:30; Salmo 24:1; Corintios 10:26).   La generosidad debe surgir siempre de la nueva vida en Cristo y de la consagración que el creyente hace de su vida y bienes a Dios, lo cual le impide considerarse propietario de las cosas y le inspira a asumir el papel del administrador o mayordomo de la bendición recibida (1 Crónicas 29:11-16;                  2 Corintios 8:5).

e)      El privilegio de dar no fue disfrutado en la Iglesia primitiva sólo por los individuos, sino también por las mismas iglesias, que unían así sus esfuerzos para responder en forma práctica y más abundante a las necesidades de otros individuos y otras iglesias (Hechos 11:27-30; Filipenses 4:10-16).   También se enseñaba a las iglesias a responder de sus obligaciones económicas, pues el no hacerlo exigía el uso de recursos de otras congregaciones, lo cual se consideraba una forma de “despojo” (2 Corintios 11:7,8).   Los fondos recogidos en la Iglesia primitiva se destinaba primordialmente a (1) las necesidades de los miembros, (2) el sostenimiento de los ministros y (3) la atención a enfermos, desnudos y hambrientos, con especial referencia a “los de la familia de la fe” (Hechos 2:44-47; 4:32-37; 11:27-30; 2 Corintios 8; 9; Gàlatas 6:6-10; Santiago 2:14-17; 1 Juan 3:17).   La misma Iglesia dio la debida importancia al sostenimiento de los ministros dedicados a la predicación y la obra del Señor, como reconocimiento a su trabajo y al hecho de que el obrero es digno de su salario, y como Ministro tiene la orden de vivir del evangelio, lo cual exige que este servicio espiritual sea compensado materialmente, de modo que el Ministro pueda satisfacer las necesidades propias y las de su familia (1 Corintios 9:1-14; 1 Timoteo 5:17,18).

f)       Finalmente, encontramos en el estudio de la Iglesia primitiva que desde entonces se insiste en la necesidad de una recta administración en los fondos de las iglesias, de modo que todas las cosas se hagan honradamente ante Dios y ante los hombres, sean para la gloria del Señor, satisfagan las necesidades y constituyan una muestra de obediencia al evangelio por medio de la liberalidad (2 Corintios 8:18-21; 9:12-15).   En particular los ministros de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús se sienten obligados para con este ideal de una recta administración y la necesidad de ponerse por ejemplo de generosidad.

g)      En vista de todo lo anterior se establece el sistema económico de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús para los miembros, diáconos y ministros, así como para todas las iglesias organizadas o en proceso de formación.


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